tú sola,
tú que tañes
mandolinas al mar,
respiras soledad.
Tú que no cesas
de recordar el sol a medianoche,
respiras soledad.
Tú la simple, tenaz, suave y alerta
cautiva de las aguas y el azogue,
respiras soledad.
Tú y tus hilos de nieve
y tu marimba respiran soledad.
Pintada al aguamiel ya no te enciendes
y sonríes a lágrimas y a junio:
respiras soledad.
Un clavel se marchita allá a lo lejos,
la brasa del coral quema tus uñas:
respiras soledad.
Respiras soledad mientras sollozas.
Como yo...
Fernando González-Urízar
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