tan inclemente el cielo de su sangre,
tan páramo en tinieblas, tan confuso,
sin ninguna ilusión, áspero, grave.
Amaneció tan llanto y tan callando
mi corazón que es fuego día y noche,
que me voy a morir si no me cubres
la piel con tu desnudo sortilegio.
Amaneció tan gris mi soledad,
tan dura la tarea que me falta,
tan desierta la casa y tan fugaz
la sonrisa del sol en los tejados,
que me voy a morir si no me juntas
el aire y el aroma de tus ansias,
si no habitas el musgo de mi angustia,
si no entibias sus fríos hemisferios.
Que me voy a morir de puro solo,
de puro mudo y solo que me tienes,
mármol, rosa de nieve, nube aparte.
Fernando González-Urízar
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