sábado, mayo 26, 2007

NAVEGAR POR TU CUERPO

Déjame navegar del norte al sur de tu cuerpo diminuto. Quiero ir a la fragua oscura de tus cabellos recogidos y beberme el vino oscuro de tus ojos. De esos ojos amplios y nocturnos que algún día me avistaran como el naufrago perdido en que me he convertido. Quiero morder tus labios desbocados y volver del fondo de tu boca, derrotado, junto a tus palabras. Al instante lamer lentamente el azahar de tu sonrisa.

Besar tus orejas para que el sonido quede fuera de los dos y se derrame haciendo eco en nuestro territorio de caminos oscuros.

Y atraco, en el puerto umbrío de tus mejillas, el barco desnudo de mis cinco dedos desplegado como las velas al viento furioso. Las miro, las toco, las beso, me repliego, como un abanico, y las vuelvo a descubrir, a acariciarlas a besarlas de nuevo con esa furia desbocada de animal salvaje en que me he transformado desde que me acosa la noche hambrienta. Por el rumbo de tu nariz crepuscular, encallan las cuatro aberturas de mis dedos infinitos abriendo y derramando los dedos de nuevo sobre tus pómulos y virando hacia la dulce cereza escondida de entre tus labios o el laberinto de amor que sugieren tus orejas

Y ahora bajo por la península estrecha de tu cuello montado en un buque de besos, haciendo bordadas pausadas por la costa invariable de tu pecho embrujado. Dejo que el viento del Norte guiñe el rumbo, placidamente, hacia la blanca espuma de la playa que son tus senos apretados y fondeo en ellos con un ansia brutal mi avariciosa sed de naufrago. Descerrajo la pasión orzando hacia tus exactos pezones de calderas rosadas y me pierdo en esa geografía apasionada. Voy bajando por tu vientre sigiloso, mientras el viento del sur trae aromas del negro olor de bosque inconcluso que se encuentra a jornadas de tu ombligo inacabado. Me detengo y lo circundo, palmo a palmo, con las velas ya hechas jirones. Mis manos de Tierra aprietan la tibia miel de tu breve cintura mientras el enjambre de mis besos pone rumbo, desatado, a tu ardiente copa de espiga de trigo.

La noche se adelgaza trémula y crece como una ola desmedida. La noche de Julio se detiene, orgullosa, como un agua feroz, como un barco roto Y como una gaviota hace círculos… Ahora te hago señales desde tus minúsculos dedos meridionales y tú sonríes a la noche oceánica que golpea en las ventanas, “Carne de greda inocente, cómo recuerdo tu piel. Tengo las manos untadas con la mansedumbre de tu desnudez…”

José Candau

jueves, mayo 10, 2007

AME SU CUERPO ENTONCES

Amé su cuerpo entonces y su alma. Su piel fue para mí la tierra firme;
la soñé como un sexto continente
no registrado en mapas todavía. Soñé con la bahía de su boca. Su pelo era una selva virgen
que abría su misterio mineral y oscuro.
Soñé con las ciudades de sus pechos. Los ríos de las venas que afloran en su piel
eran rutas abiertasa la navegación y al gozo. Se podía viajar en su mirada. En las blancas llanuras de sus manos
yo cultivé el maíz y buenas relaciones. Después no pude estar sino en su cercanía.
OTTO RAÚL GONZÁLEZ

martes, mayo 01, 2007

AMOR ES MAR

Llegas, amor, cuando la vida ya nada me ofrecía
sino un duro sabor de lenta consunción
y un saberse dolor desamparado,
casi ceniza de tinieblas;
llega tu voz a destrozar la noche
y asciendes por mi cuerpo
como el cálido pulso hacia el latir postrero
de quien a solas sabe
que un abismo de duelo le sostiene.
Nada había sin ti,
ni un sueño transformado en vida,
ni la certeza que nos precipita
hasta el total saberse consumido;
sólo un pavor entre mi noche
levantando su voz de precipicio:
era una sombra que se destrozaba,
incierta en húmedas tinieblas
y engañosas palabras destruidas,
trocadas en blasfemias que a los ojos
ni luz ni sombra daban:
era el temor a ser sólo una lágrima.
Mas el mundo renace al encontrarte,
y la luz es de nuevo
ascendiendo hacia el aire
la tersa calidez de sus alientos
lentamente erigidos;
brotan de fuerza y cólera
y de un aroma suave como espuma,
tal un leve recuerdo que de pronto se hiciera
un muro de dureza o manantial de sombra.
Y en ti mi corazón no tiene forma
ni es un círculo en paz con su tristeza,
sino un pequeño fuego,
el grito que florece en medio de los labios
y toma a ser el fin un sencillo
reflejo de tu cuerpo,
el cristal que a tu imagen desafía,
el sueño que en tu sombra se aniquila.
Olas de luz tu voz, tu aliento y tu mirada
en la dolida playa de mi cuerpo;
olas que en mí desnúdanse como alas,
hechas rumor de espuma, oscuridad, aroma tierno,
cuando al sentirme junto a tu desnudo
se ilumina la forma de mi cuerpo.
Un mar de sombra eres, y entre tu sal oscura
hay un mundo de luz amanecido.
Ali Chumacero